Hace poco tuve una conversación con mi querido amigo Eib. A
través de su webcam alcanzo a percibir el frío de su habitación, me sorprender
ver ese pequeño conjunto de pixeles que es capaz de mostrarme cómo un desolado
corazón trata de vivir en un floreciente país del norte que deja atrás el
pasado y trae la esperanza de la primavera, que todo lo logra.
Sus ojos oscuros
tratan de esconder una pena infinita, que no la provoca la lejanía, la añoranza
ni la saudade de una tierra que no es la suya. No, su mirada está cansada de
amar, no entiende cómo pudo cambiarlo por otro, como quién se cambia
calzoncillos por la mañana. Verlo desvalido me confunde, un hombre tan
talentoso, apuesto, interesante y tan seductoramente inteligente, mirándome con
carita de luna y ojitos de borrego, está ahí tan indefenso, tan dolido, tan
humano. Él no se da cuenta, pero su discurso está lleno de evasivas, de
palabras de éxito, me habla de su trabajo, de la enormidad de pappers que tiene
que preparar, de sus artículos escritos, de su columna publicada, brillantes
ideas a las que el corazón desesperado se aferra sin asidero. Evidente, ´´el
trata de validar su existencia a través de su carrera, mientras más brille
académicamente, menos es el dolor que siente por hacer sido abandonado.
Él lo sabe, yo
también, él no lo dice, yo tampoco, sin embargo esa conexión que sólo te dan
las leyes kármicas, permite comunicarnos sin palabras. Él sufre, pero no se lo
permite. Yo sufro, pero jamás lo diría.
Tras hablar un rato y
mostrarme flashazos de su tristeza, de aquel perverso amor que desmoronó sus
fiestas de fin de año, el rectángulo comienza a mutar y se convierte en un
ciber espejo donde me veo retratada yo, como él, desvalida, indefensa, perdida,
tratando de reconstruir, renacer y crear nuevas realidades que hagan que el
devenir haga lo suyo y deje de lado el dolor. Finalmente es un proceso de
disciplina, si no tienes tiempo, no piensas, si te haces el hábito, luego se
hace común. En otras palabras, el número de actividades es inversamente
proporcional al tiempo que dedicas a recordar su pinche existencia.
Pero en madrugadas como esta, donde ya toda la gama de
series que te ofrece el tv cable con tópicos tan diversos como la cocina,
tatuajes, trans, mayas, friends y otros no te dan una pizca de sueño y cuando
por fin apagas la tele, el silencio del dormitorio se ve invadido con ensordecedores
recuerdos, imágenes, palabras y cuestionamientos, ¿bajo quién te aleras? no hay
nadie, no está tu mejor amigo, no está el terapeuta, no hay nadie en twitter,
nada, sólo tú, tu soledad y la oscura noche que no alcanza a esconder el dolor
de un engaño.
Mi querido amigo despierta en mi un sentimiento de empatía y
quizás de maternidad, trato de entenderlo y acunarlo con mis palabras, pero no
dejo de sentir que los límites de género se han disuelto y sólo somos dos
humanos con un gran dolor. Ambos no podemos entender cómo las personas pueden
engañar a otras, cómo la frivolidad se antepone a sentimientos tan profundos y
cómo hay quién desecha un proyecto de vida, de un rato para otro y peor aún,
sin ningún tipo de explicación.
Él es hombre, yo
mujer, ambos con una tristeza oculta, derriba por un momento mis prejuicios
ante el género masculino y me da una luz de esperanza para entender a este
particular tipo de personas, llamadas "hombres" para verlos como
iguales, seres que también sufren, se enamoran, son engañados, comen, cantan,
trabajan, lloran, etc. en conversaciones de este tipo, jugamos en igualdad de
condiciones... es más podría volver a creer en el género, si no fuera por un
pequeño detalle... a mi amigo, también le gustan los varones.
Canción recomendada para acompañar la lectura: Don´t Be That Way de Ella Fitzgerald
No hay comentarios:
Publicar un comentario